martes, 15 de noviembre de 2016

EL TENIENTE VICENTE SIERA, EL HÉROE OLVIDADO DE LA GESTA DEL 25 DE JULIO DE 1797 (ANTE EL INTENTO DE INVASIÓN INGLESA POR HORACIO NELSON)


El texto al que se refiere este artículo, escrito a puño y letra en 1859, es muy interesante si lo analizamos conjuntamente con el libro de ese mismo año que lo motivó.

Sesenta y dos años después del ataque naval, Isabel o Elizabeth Murray (realmente Elizabeth Heaphy) edita en 1859 un libro en Londres acerca de sus viviencias en las Islas. Este escrito a puño y letra, de ese mismo año, rebate ciertos aspectos de lo citado en el capítulo III del libro, acerca del ataque británico a Santa Cruz de Tenerife entre los días 22 y 25 de julio de 1797. Hay también otros textos análogos que comentan otros capítulos.


Este escrito principalmente trata acerca del héroe de la batalla el teniente Vicente Siera (del Regimiento de Cuba y La Habana) que sería quien animó al veterano y achacoso General Gutiérrez (nacido en 1729 de Aranda del Duero, Aragón), sacándole de su desánimo. Por lo visto Gutiérrez estuvo a punto de rendir la plaza. De Siera, valenciano de nacimiento, se sabe que fue uno de los presentes en el cuartel general en el castillo principal de San Cristóbal en el momento de las últimas disposiciones frente a H. Nelson el día 25 de julio.

Otros héroes han sido ya destacados en el lado español, como el teniente de milicias de artillería Francisco Grandy Giraud, por sus sobresalientes actuaciones con la artillería (cañones) desde el castillo de San Cristóbal. Grandy solicitó permiso para abrir una tronera hacia la playa intermedia del muelle mirándo al castillo de San Pedro pues, siendo la más limpia y proporcionada para un desembarco, no estaba defendida por ninguna artillería. Por allí se comprobó - analizando la estrategia que utilizó- que pudo haber entrado el enemigo hacia la plaza de la Pila, lo que le hubiera facilitado el asalto al castillo, indefenso desde el lago de tierra. La noche del 23 al 24 Grandi colocó un cañón que cubría con la metralla aquel sector. El fuego efectuado por este cañón, que la tradición afirma que fue El Tigre, resultó decisivo en el momento culminante de la lucha.

En el lado inglés destaca la actitud del joven capitán Bowen, que tuvo enorme influencia en el desenlace de los acontecimientos, pues fue quien disuadió a Nelson de retirarse tras fracasar en dos primeros intentos y tras ser consciente Nelson de haber perdido el factor sorpresa. 

Bowen le presionó decididamente para que el ataque continuara, lo cual consiguió, pero falleció en el desembarco, pagando con su propia vida el sino desfavorable que el ataque tuvo para los británicos.

El no tan joven Vicente Siera (en 1797 tenía ya 46 años), la otra cara de la moneda, fue el principal artífice de convencer a Gutiérrez de y a la plana mayor de no rendir la plaza en un momento en el que llegaban informaciones confusas y erróneas, y tuvo en cambio una brillante carrera militar por delante. Y fue inmortalizado en cantos y octavillas populares de las décadas posteriores a la batalla, aunque actualmente es evidente que no se le haya rendido el reconocimiento que merece. No sólo protagonizó un comportamiento tenaz y valiente en las deliberaciones de la plana mayor concentrada junto con el general Gutiérrez en el castillo principal de San Critóbal, sino que su proactividad y efectividad a la largo de los tres días de batalla (en la lucha del muelle y en las de Las Carnicerías y Barranco de Santos) le erigen en uno de los combatientes más útiles y decisivos en el lado español.

  “Estando Troubridge en la Plaza fue cuando mandó intimar la rendición al Comandante general, dándole de término sólo 5 minutos, con amenazas de que resistiéndose pegaría fuego al pueblo y haría pasar a cuchillo a todos, mujeres, viejos y niños y añadiendo que en aquel momento ya estarían desembarcados 2.000 hombres en diferentes partes. Hizo esta intimación un sargento con quien Troubridge mandó 2 prisioneros que había hecho para que sirvieran de intérpretes; mandó el General a dirigirse de  al sargento no juzgando que fuese sujeto bastante condecorado para ser mandado con misión semejante, y quedóse sin respuesta la correspondiente intimación.”

“.. Eran cerca de las 4 cuando antes de saberse del Batallón se presentó en el castillo Principal de San Cristóbal, donde estaba nuestro Excmo. Comandante General, un Sargento de los enemigos en clase parlamentario acompañado de D. Antonio Power y de D. Luis Fonspertius y de orden de su jefe intimó al nuestro:
                Que se le entregase el dinero del Rey y el cargamento de la fragata de Filipinas y no tocarían a las personas ni bienes de los vecinos pero que de lo contrario pondrían fuego a la Plaza y el vecindario sería pasado a filo de espada.
                 A lo cual añadió D. Antonio Power: 'Que eran muchos los enemigos, que todas las plazas y calles las tenían ocupadas y que no había más remedio que rendirse'.
Antonio Power y Strickland era hermano de Roberto, el abuelo de Teobaldo Power y Viña (el segundo apellido se le asigna incorrectamente como Lugo-Viña), este último autor en 1880 de los célebres "Cantos Canarios" cuando tenía 32 años. Teobaldo Power tristemente falleció prematuramente a los 36, de tuberculosis. 

Antonio Power NO era en absoluto sospechoso de simpatías con los británicos protestantes, a pesar de su origen inglés materno (e irlandés paterno). 

Su padre Patricio Power y Commyns, natural de Waterford en el Reino de Irlanda, fue el primero de su apellido que se estableció en las Islas Canarias, en el año de 1747. Fue Subteniente al servicio del Rey de España en el Regimiento irlandés llamado de Hibernia, y antes había servido en el Ejército católico inglés en defensa del desgraciado Príncipe Carlos Eduardo Estuardo - nieto de Jacobo II y derrotado en la decisiva batalla de Culloden en las afueras de Inverness en 1746 - y como Ayudante de Campo de su suegro Sir Rogerio de Strickland, General del Ejército realista, que también emigró a España.

Su madre Isabel de Strickland era séptima hija del General del Ejército católico inglés Sir Rogerio de Strickland y de Lady Catalina Scroop, de Danby. Sir Rogerio de Strickland fue hijo de Roberto de Strickland, Vicechambelán del Rey Jocobo II (último monarca católico en reinar sobre lo que sería el Reino Unido, que perdió el trono en junio de 1688 frente a la invasión de su yerno el protestante Guillermo III, príncipe de Orange) en el destierro, murió al igual que Jacobo II en Saint-Germain-en-Laye (en las afueras de París - Francia), casado con Lady Brígida Mannock.


Volviendo al relato del teniente Vicente Siera en los históricos acontecimientos del 25 de julio de 1797, éste capturó cinco soldados ingleses en la Plaza de la Pila y los entregó al General Gutiérrez, dándole información sobre la situación de las fuerzas británicas encerradas en el Convento, lo que levantó el ánimo de Gutiérrez que estaba mal informado y creía que estaba perdiendo la batalla.

Varias relaciones nos indican que el General Gutiérrez solamente toma la decisión de hacer caso omiso a la intimación del sargento inglés una vez que el Teniente Siera le ha dado a conocer la verdadera situación de las tropas españolas en aquel momento. Quizás debamos a ese comportamiento de Vicente Siera en aquella madrugada que la Gesta no hubiese tomado otros derroteros más nefastos.

Es posible que podamos explicar cómo Vicente Siera se atrevió casi a increpar al General Gutiérrez para evitar una pronta rendición ante el sargento inglés. Pues si nos fijamos en algunos de los destinos anteriores de Vicente Siera, tales como Argel, Cataluña y Gibraltar, coincide con los del General. Por ello intuimos que Siera pudiera tener algunas simpatías y conocimientos sobre el viejo General. 

 "Nuestro digno Jefe con expresiones tales se le atenúa su valeroso espíritu, titubea y se entrega a la melancolía, quiere responder y no sabe que sus laterales se le retiran, cubren sus semblantes con la palidez del temor, sostienen sus cabezas con la mano a la mejilla. Ya se consideran súbditos del inglés, ya aquella energía de un Creagh, la viveza de un Eduardo, la sabiduría de un Marqueli, el valor de un Monteverde y la sagacidad de todos los ayudantes se desvanece en aquel terrible instante lo mismo que un globo de humo en la región del aire.
                El Parlamentario espera, pero nadie le responde.
                ¡Oh Valor¡ gran Gutiérrez que el Altísimo quiere conserves la fidelidad a nuestro Soberano Rey. ¡Escucha¡ !Escucha¡ al  hombre fuerte, al hombre prudente, al valeroso D. Vicente Siera que te habla inspirado del mismo Dios. Aunque te parezca atrevimiento no es sino amor, aunque osadía, lealtad; aunque descoco, bondad. Sí señores, este hombre con su prudencia anima a S. E. y hace que dé una seria respuesta al enemigo cuando los demás huían la espalda. S. E. abraza el dictamen de Siera y responde al enemigo:
                'Que no se hallaba precisado a oir proposiciones de ajuste, y que si el enemigo lo estaba debía de hacerlas por medio de un oficial. Que la isla tenía 8.000 almas y sobradas municiones y que así determinasen rendirse prisioneros o serían tratados con todo el rigor de la guerra',  con la cual respuesta  se retiró el Parlamentario.” (6)
Nota del libro editado en 1995 "La Victoria del General Gutiérrez sobre el Almirante Nelson" de Juan J. Arencibia de Torres. En la pág 99 se puede leer: "Es significativo el comentario que hace Luis Marqueli, coronel desde 1789 e ingeniero Jefe de la Comandancia General de Canarias, que desempeñó un brillante papel en la Gesta del 25 de Julio de 1797. En su hoja de servicios, cuando ya era mariscal de campo, escribe: "contribuyó como es notorio a la gloriosa defensa de la plaza, y a que no tuviese efecto la capitulación que ya se meditaba". Comprometida frase, que veladamente acusa a la plana mayor del general Gutiérrez de haber pensado en rendir la plaza a los ingleses". Juan J. Arencibia de Torres añade que lo que está claro es que el mértido de no haberlo hecho recae en el Comandante General Gutiérrez, Jefe Supremo de las islas.

Los posicionamientos de los dos valientes oficiales, uno en cada bando, que confrontaron su impetuosidad frente a la prudencia y actitud más reflexiva de sus superiores, concluyeron en destinos opuestos que fueron cara y cruz de la misma batalla.

Tras la Gesta del 25 de julio de 1797 Vicente Siera fue nombrado capitán y continuó destacando, pues en 1810 fue nombrado gobernador militar de La Gomera, donde rechazó a los ingleses por dos veces. Hacia 1820 ascendió a teniente coronel.

Juan J. Arencibia de Torres reconoce en su libro de 1995 "La Victoria del General Gutiérrez sobre el Almirante Nelson" que Vicente Siera fue decisivo en la madrugada del 25 de julio de 1797.






Según se indica en el índice biográfico del libro de 1999 "La historia del 25 de Julio de 1797 a la luz de las Fuentes Documentales" (de Luis Cola Benítez y Daniel García Pulido):



En 2004, en la página web de la Tertulia de Amigos del 25 de Julio, publica Juan Carlos Cardell Cristellys lo siguiente (además publicado en El Día / La Prensa el 25 de septiembre de 2004, e incluido en el libro La Palma, francesa y otros artículos sobre el 25 de Julio):

Es uno de lo personajes más destacados en la Gesta del 25 de Julio de 1797, estando en las acciones y momentos más difíciles en aquella madrugada. No es mucho lo que hemos encontrado de la biografía de este personaje, pero sí lo suficiente para conocer un poco más su vida e historia militar y poder valorar su comportamiento en la defensa  del Lugar de Santa Cruz de Tenerife.
          Sabemos que D. Vicente Siera  Casses [o Casas], nació  en Valencia, siendo bautizado en la Parroquia Iglesia de San Martín de dicha ciudad  por D. Josef Moreno V. Bategi  el día 1 de Junio de 1751, con el nombre de Vicente, Tadeo, Telino, Graciano y era hijo legítimo de Vicente Siera Velluter [o Bellutex] y de María Casses [o Casas Rodríguez]. Fueron sus padrinos de bautismo Miguel Sanchis y Vicenta Lacarcel y de Modrego.
          Salió de su ciudad natal a la edad de 20 años para servir como soldado en el Regimiento Guadalajara en el año 1771. Ascendió a Cabo 2º en 1772 y en el año 1775 estuvo en el desembarco de Argel y en la represión de contrabandistas en Cataluña. Ascendió a Cabo 1º en el año 1776 y a Sargento 2º en 1777.
          Estuvo en 1779 presente en el bloqueo de Gibraltar y en el año 1780 destinado con su Regimiento Guadalajara a la isla de Cuba en América. Ascendió a Sargento 1º en el año 1783, y en 1786 a Subteniente de Fusileros y pasa de oficial al Regimiento de la Habana y más tarde al Regimiento de Cuba cuya estancia fue en Guarico.
          Luego pasó a Santo Domingo y a Dominica hasta el año 1791 en que su Regimiento Bandera de Cuba llegó a Tenerife. Como dato curioso tenemos que en noviembre de 1791 recibió prestadas 4 sillas de Francisco Aguilar Martínez de Escobar.
          En el año 1793 es ascendido a Subteniente de Granaderos con grado de Teniente, el cual  le es confirmado en el año 1795. El 24 de marzo de 1799 ya era Capitán del Regimiento de Infantería de Cuba y Comandante de la Partida de Recluta del mismo Cuerpo.
          En cuanto al  primer Ataque de la Escuadra Británica, cuyo Contralmirante era Horacio Nelson, realizado al Lugar de Santa Cruz de Tenerife por las playas de Valleseco y del Bufadero en la mañana del 22 de julio de 1797, sabemos dónde estaban situadas las Banderas de Cuba y de La Habana y  la actuación de su Teniente D. Vicente Siera por algunas Relaciones de aquella época.
          Sabemos que los ingleses, aquel día después de las 11 horas, se apoderaron y situaron sus tropas en la cima de la montaña de Valleseco (Nota 1)  y por el contrario los nuestros se situaron en el cerro de La Altura (2), situado enfrente.  En efecto, la Relación de Marrero, que fue escrita por el alcalde del Lugar de Santa Cruz D. Domingo Vicente Marrero, refiere:
               …a nuestro cerro fue destinada desde aquella mañana la partida de franceses que se hallaban desde la toma de la corbeta, como llevo dicho, los que fijaron su bandera en una de las cimas de nuestra Altura; así mismo la custodiaba una partida de nuestro Batallón, los individuos de las dos Banderas de Cuba y Habana y el Cuerpo de Cazadores que estaban de guarnición…”.
          La Relación de D. José Monteverde y Molina, respecto a ese día, también nos dice:
               “Entretanto correspondían nuestras tropas al fuego pausado que hacían los enemigos con su fusilería y pieza de campaña (con pérdida de sólo 2 ingleses que mataron los franceses y Partida de Cuba y La Habana con motivo de alguna salida que hicieron algunos de aquellos hacia una fuente que está en Valleseco y de otro que fue sofocado en la subida de la montaña), iba marchando el Teniente Coronel D. Juan Creagh, Capitán del Batallón de Infantería de Canarias, que sin embargo de hallarse empleado a las inmediaciones del General se ofreció voluntariamente a hacer esta salida por la ciudad de La Laguna con 30 hombres de su Cuerpo que sacó de esta guarnición, 50 rozadores que tomó en dicha ciudad, acompañado del Teniente fijo de Cuba D. Vicente Siera que también se ofreció voluntariamente, y habiéndose dirigido a observar los movimientos de los enemigos por su retaguardia atravesando riscos, valles y montañas casi intransitables, logró colocarse antes de anochecer en el mismo valle inmediato a la montaña donde estaban los enemigos, y a otra altura opuesta; observando que en el instante que descubrieron ellos esta tropa, formaron 5 divisiones a la inmediata de su artillería de campaña…” (3)
          Y la Relación de Juan Guinther (4), también coincide diciéndonos:
               “Recelando nuestro General que los ingleses podrían internarse en la isla desde el Puesto que ocupaban, envió Orden al Teniente Coronel del Regimiento Provincial de La Laguna D. Juan Castro a fin de que destacase la tropa que tuviese por más conveniente para cortar la entrada al enemigo, lo que ejecutó inmediatamente enviando al Teniente de su regimiento D. Nicolás García a la Cruz de Azur camino de Taganana, y de allí a poco se le agregaron 20 milicianos; después mandó S. E. al teniente Coronel D. Juan Creagh y el Teniente del Regimiento de Cuba D. Vicente Siera con un sargento y 30 soldados del Batallón para el mismo destino, los que marcharon hasta La Laguna; y allí esperaron que el Corregidor les diese alguna gente de refuerzo.” (5)
          El comportamiento de D. Vicente Siera en aquella madrugada del 25 de Julio, en el ataque al Puerto y Plaza por los ingleses, también lo podemos saber por varias de las Relaciones de época. La más esclarecedora es la  conocida Relación de Marrero la cual nos dice:
               “.. Eran cerca de las 4 cuando antes de saberse del Batallón se presentó en el castillo Principal de San Cristóbal, donde estaba nuestro Excmo. Comandante General, un Sargento de los enemigos en clase parlamentario acompañado de D. Antonio Power y de D. Luis Fonspertius y de orden de su jefe intimó al nuestro:
                Que se le entregase el dinero del Rey y el cargamento de la fragata de Filipinas y no tocarían a las personas ni bienes de los vecinos pero que de lo contrario pondrían fuego a la Plaza y el vecindario sería pasado a filo de espada.
                 A lo cual añadió D. Antonio Power: 'Que eran muchos los enemigos, que todas las plazas y calles las tenían ocupadas y que no había más remedio que rendirse'.
                Expresiones que al pronunciarlas otro de quien pudiera haber la más ligera sospecha, serían dignas del más severo castigo, pero en este vecino sólo le ocupaba su corazón el terror y confusión que causa una acción de esta naturaleza ejecutada en la oscuridad.
                Nuestro digno Jefe con expresiones tales se le atenúa su valeroso espíritu, titubea y se entrega a la melancolía, quiere responder y no sabe que sus laterales se le retiran, cubren sus semblantes con la palidez del temor, sostienen sus cabezas con la mano a la mejilla. Ya se consideran súbditos del inglés, ya aquella energía de un Creagh, la viveza de un Eduardo [Antonio Eduardo y Wadding, jefe de la Artillería del castillo de San Cristóbal], la sabiduría de un Marqueli [Luis Marqueli, coronel e Ingeniero Jefe de la Comandncia General de Canarias], el valor de un Monteverde [José de Monteverde y Molina, castellano o jefe del castillo de San Cristóbal] y la sagacidad de todos los ayudantes se desvanece en aquel terrible instante lo mismo que un globo de humo en la región del aire.
                El Parlamentario espera, pero nadie le responde.
                ¡Oh Valor¡ gran Gutiérrez que el Altísimo quiere conserves la fidelidad a nuestro Soberano Rey. ¡Escucha¡ !Escucha¡ al  hombre fuerte, al hombre prudente, al valeroso D. Vicente Siera que te habla inspirado del mismo Dios. Aunque te parezca atrevimiento no es sino amor, aunque osadía, lealtad; aunque descoco, bondad. Si señores, este hombre con su prudencia anima a S. E. y hace que dé una seria respuesta al enemigo cuando los demás huían la espalda. S. E. abraza el dictamen de Siera y responde al enemigo:
                'Que no se hallaba precisado a oir proposiciones de ajuste, y que si el enemigo lo estaba debía de hacerlas por medio de un oficial. Que la isla tenía 8.000 almas y sobradas municiones y que así determinasen rendirse prisioneros o serían tratados con todo el rigor de la guerra',  con la cual respuesta  se retiró el Parlamentario.” (6)
          La Relación Circunstanciada (7) también nos dice:
               “…pero como esta posición había cortado la comunicación pronta entre el Castillo Principal y el Batallón y las milicias de la derecha, y como habían calmado todos los fuegos, no dejó nuestro General de estar con cuidado, hasta que llegando el Teniente D. Vicente Siera con 5 prisioneros que había hecho, le aseguró que nuestro Batallón se hallaba intacto y que los demás puestos del centro estaban sostenidos a excepción del Muelle.” (8)
               “El Teniente D. Vicente Siera con 30 hombres que había pedido al batallón, acometió a las lanchas enemigas, varadas en el barranco, desalojó de ellas a algunos ingleses, que parapetados le hacían fuego y les tomó 5 prisioneros.”
          La Relación Anónima C, nos dice:
               “Estando Troubridge en la Plaza fue cuando mandó intimar la rendición al Comandante general, dándole de término sólo 5 minutos, con amenazas de que resistiéndose pegaría fuego al pueblo y haría pasar a cuchillo a todos, mujeres, viejos y niños y añadiendo que en aquel momento ya estarían desembarcados 2.000 hombres en diferentes partes. Hizo esta intimación un sargento con quien Troubridge mandó 2 prisioneros que había hecho para que sirvieran de intérpretes; mandó el General a dirigirse de  al sargento no juzgando que fuese sujeto bastante condecorado para ser mandado con misión semejante, y quedóse sin respuesta la correspondiente intimación.” (9)
          También la escritora y pintora inglesa Elizabeth Murray, (1815-1882),  que era la esposa del cónsul inglés en Tenerife en 1850, recoge sus vivencias en estas islas en su libro (10).  Narra en el capítulo dedicado al Ataque de Nelson a Tenerife este hecho de la actitud de Siera para con su General pero se lo atribuye a un sargento, con otro nombre, del cual nos dice que se dirigió al General increpándole en términos irrespetuosos.
          Vemos que tanto la Relación de Marrero como el relato de Elizabeth Murray coinciden y nos dicen claramente que la mediación  y actuación de D. Vicente Siera fue decisiva en aquellos momentos de indecisión y angustia por parte del mando militar.
          Las otras Relaciones nos indican que el General Gutiérrez solamente toma  la decisión de hacer caso omiso a la intimación del sargento inglés una vez que el  Teniente Siera le ha dado a conocer la verdadera situación de las tropas españolas en aquel momento.
          Quizás debamos a ese comportamiento de D. Vicente Siera en aquella madrugada que la Gesta no hubiese tomado otros derroteros más nefastos.
          Es posible que podamos explicar cómo D. Vicente Siera se atrevió casi a increpar  al General Gutiérrez para evitar una pronta rendición ante el sargento inglés. Pues si nos fijamos en algunos de los destinos de Vicente Siera, tales como Argel, Cataluña y Gibraltar, coincide con los del General. Por ello intuimos que D. Vicente Siera pudiera tener algunas simpatías y conocimientos sobre el viejo General.
          Por su comportamiento en la Gesta el 25 de Julio de 1797 fué propuesto a un ascenso, con ingreso en la Real y Militar Orden de San Hermenegildo y pensionista de la Orden Militar de Alcántara por concesión de la Orden Ministerial de 8 de octubre de 1797:
               “…2500 reales de vellón anuales sobre la encomienda del Esparragal en la orden militar de Alcántara.” (11)
          En el año 1798 D. Vicente Siera  es Capitán del Regimiento de Infantería de Cuba y  a principios de ese mismo año pide licencia para casarse, concediéndosela el Ministro de la Guerra D. Juan Manuel Álvarez  el 18 de diciembre de 1798 para contraer matrimonio con Ana Casañas. El General Gutiérrez lo comunica el  día 6 de Marzo de 1799 al interesado.
         Sabemos que Ana Casañas nació el 12 de enero de 1775 en la isla del Hierro, siendo bautizada el 14 del mismo mes con el nombre de  Ana de la Concepción. Era hija legítima de Juan Casañas Samoza  y de María Sejas.  Fueron sus padrinos Gonzalo López y Catalina Padrona.
          Y ese mismo día 6 de marzo de 1799 comienza su expediente para contraer matrimonio ante el Beneficiado de la Iglesia parroquial de Nª. Srª. de la Concepción de Santa Cruz de Tenerife.
Actuaron como testigos de ambas partes:
             1. D. Manuel Juan de Salcedo, de edad 59 años, Teniente del Rey de esta Isla, el cual dice: que conoce a Vicente Siera desde hace 8 años.
             2. D. Ramón  Castillo, de edad de 45 años, Sargento 1º de la Bandera de Recluta del Regimiento de Cuba,  dice: que lleva 8 años en la Plaza y que conocía al capitán D. Vicente Siera desde hace 19 años.
             3. D. Tomás de Zubieta, vecino y del Comercio, de edad de 59, dice: que conoce a Siera desde el año 1791.
             4. D. Juan Bataller, de 42 años, Primer Ayudante y Capitán Graduado del Batallón de Infantería de esta Islas, dice: que conoce a  D. Vicente Siera desde el año 1776 cuando servían ambos en el Rgto. de Guadalajara en el que pasaron a la Isla de la Habana en el año de 1780 permaneciendo él hasta 1784.
          Todos afirmaron  y certificaron que el Teniente D. Vicente Siera nunca se había casado anteriormente ni tuvo promesa anterior de matrimonio  en ninguno de los destinos que tuvo, así como manifestaron su soltería. (12)
          El 24 de marzo de 1799 a las 8 de la noche se casó D. Vicente Siera Casses, de 47 años con  Dª. Ana María Casañas Sejas de 24 años en la Iglesia Parroquial de Nª. Sª. de la Concepción de Santa Cruz, siendo el párroco Beneficiado y Cura Castrense Juan José Pérez González. Asistieron como testigos  el Coronel de Infantería D. Manuel Salcedo Teniente del Rey de esta Plaza, el Capitán de Infantería D. Juan Bataller Ayudante Mayor del Batallón de Canarias y D. Juan Casañas. Dicho matrimonio tuvo, al menos, 2 hijas: Fernanda y Claudia.
          En marzo de 1799 D. Vicente Siera era Capitán del Regimiento de Infantería de Cuba y Comandante de la Partida de Recluta del mismo Cuerpo. Ya en diciembre de 1803 figuraba como Comandante y Ayudante Mayor de las Compañías de Milicias de La Gomera como "capitán vivo". (13)
          En 1810 fue nombrado Gobernador Militar de la isla de La Gomera (14). Rechazó los intentos de desembarcos británicos del 20 de julio de 1800 y del  20 de agosto de 1807 a la isla de La Gomera.
          El Mariscal de Campo y Comandante General  de las islas D. Carlos Luxan lo envió para sofocar los tumultos habidos el 6, 7 y 8 de marzo de 1810 en el Puerto de la Cruz organizados por sus habitantes contra la colonia francesa residente en dicho Puerto. Como consecuencia de ello murieron 2 franceses: José Versan, de profesión escribiente y Luis Beltrán Broual, de profesión maestro, el cual estaba a sueldo de D. Bernardo Cólogan.
          En el año 1812 ascendió a Teniente Coronel de Infantería (15). El 25 de marzo de 1816 por Real Decreto se le nombró Caballero de Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo. (16)
          Falleció en San Sebastián de La Gomera 30 de septiembre de 1821 ó 1824, reposando sus restos en la iglesia de la Asunción de esa capital.
          Las palabras reveladoras que nos dejó D. Luis Maffiotte La Roche sobre este oficial en una publicación realizada en el Diario de Tenerife en el año de 1897  son:
                “...menos aún serán los que sepan que el teniente D. Vicente Siera salvó a Santa Cruz de Tenerife en un momento de sublime cólera, y que si luego obtuvo una pensión sobre la encomienda del Esparragal, se le debían a su muerte más de diez anualidades. El olvido y la ingratitud presiden a las acciones de los hombres: el tema es viejo y la queja inútil. (17)
          Creemos que ya es momento de que divulguemos y demos a conocer la sobresaliente figura y el heroico comportamiento de don Vicente Siera que logró con su actuación  que la memorable Gesta del 25 de julio de 1797 no acabase en derrota.
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NOTAS
1. Hoy conocida como La Jurada, pues debe su nombre a los numerosos agujeros o túneles que se le abrieron a principios del siglo XX  para la colocación de los barrenos para su desmantelamiento. Se decía de ella, en términos populares, que estaba toda “jurada” por los barrenos.  Nota del Autor.
2. Conocida también como la montaña de Paso Alto. Nota del autor.
3. Biblioteca Pública Municipal de Sta. Cruz de Tenerife. Fondo Documental Antiguo. MS-257. Biblioteca Universitaria de La Laguna Ms. 83-1/20.
4. Su verdadero nombre era Hans Günther Ferslering. Nota del autor
5. Fuentes Documentales del 25 de Julio de 1797. Relación de Juan Guinther, pág.102. 
6. Biblioteca Pública Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Fondo Documental Antiguo. MS-257-MS•300.
7. A la Relación Circunstanciada se la considera como la Relación oficial de la Gesta y es     atribuida a D. José Monteverde Molina que era el Gobernador del Castillo Principal o de San Cristóbal en el año de 1797. Fue impresa y publicada en Madrid.
8. Fuentes Documentales del 25 de Julio de 1797. Relación de D. José Monteverde, pág.184.
9. Biblioteca Pública Municipal de Sta. Cruz de Tenerife. Fondo Documental Antiguo. MS-257. Biblioteca Universitaria de La Laguna Ms. 83-3/43.
10. Recuerdos de Gran Canaria y Tenerife. Traducción de D. José Luis García Pérez. Ediciones     Pedro Duque. Santa Cruz de Tenerife. Año 1988.
11. Pedro Ontoria Oquillas, D. Antonio Gutiérrez Caballero de Alcántara y Comendador Electo     de Esparragal. ¨Biblioteca. Estudio e Investigación¨.  Nº 12 (Aranda de Duero 1997). Pág. 215.
12. Archivo Parroquial de la Iglesia Nª. Sª. de la Concepción de Santa. Cruz. Libro de       casamientos. Año 1799.
13. Reales Despachos. 41.
14. Nobiliario de Canarias. Tomo III. Pág.739.
15. Nobiliario de Canarias. Tomo III. Pág.739;  Mat RochSier.24.
16. Reales Despachos Nº 269. Nobiliario tomo III. Pág.739.
17. Diario Tenerife Año 1897. Extraordinario 25 de Julio 1797-1897. Cuadro Honor. Pág. 27. D. Luis Maffiotte La Roche. Litografía Romero. Santa Cruz de Tenerife.

A lo anterior añadir que, según consulta realizada a un genealogista experto en la Gomera, la mujer de Vicente Siera y Casas (le pone así el segundo apellido, al igual que aparece en el libro "La historia del 25 de Julio de 1797 a la luz de las Fuentes Documentales") se apellidaba Ana Casañas Morales.

En 1829 casó una tal María Guadalupe Siera y Casañas, hija de Vicente y Ana, con Jorge Ayala y Fernández, natural de Chipude y vecino de Hermigua (hijo de José Lino de Ayala y Guadarrama, natural de El Hierro, y de Francisca Fernández García y Carrasco, natural de Chipude).

Hay por tanto ya citadas tres hijas: Fernanda, Claudia y María Guadalupe...

Por otro lado, en la página 739 del Tomo III del Nobiliario de Canarias cita a una tal Josefa Rita Siera y Sarmiento, nacida en 1795 (y por tanto anterior al matrimonio con Ana y anterior a la batalla de 1797) e hija de Vicente Siera y Cases y de Mª de la Consolación Sarmiento de Valladares y Piar (nacida ésta en 1756 en Santa Cruz de Tenerife). Esta Josefa Siera Sarmiento casó en 1817 con Ildefonso de La-Roche y del Castillo, nacido en Santa Cruz de La Palma en 1781. 

Es decir, tuvo al menos una hija con otra mujer con anterioridad a su matrimonio con Ana Casañas.

El citado matrimonio de Josefa Siera con Ildefonso de La-Roche  tuvo seis hijos, de los que actualmente existe abundante descendencia (entre ellos todos los apellidados La-Roche en Canarias).

El segundo de ellos, Matías de La-Roche y Siera casó en 1821 con Eloisa Pérez y Siera, natural de San Sebastián de la Gomera e hija de José María Pérez Sánchez y de Fernanda Siera Casañas (siendo ésta hija del matrimonio con Ana Casañas), casados en Hermigua en 1832. Es decir, Matías y Eloisa eran medio primos hermanos, pues sus madres eran hermanas sólo por padre. Un hermano de Eloisa Pérez Siera, hijo también de José María Pérez Sánchez y de Fernanda Siera Casañas, fue Viente Pérez Siera, que casó con Adela de Ayala y Cruz. Una hija de éstos, Camila Pérez de Ayala casó a su vez en 1890 en San Sebastián de La Gomera con Domingo Pérez Casanova, siendo el hijo primogénito Luis Fernández Pérez Casanova. Éste casó en 1926 con Emilia Morán y Pérez y murió en 1954.

Y del cuarto hijo, Josefa R. de La-Roche y Siera, desciende por ejemplo el Luis Maffiote La-Roche al que se refería antes Juan Carlos Cardell Cristellys por haber realizado una publicación en el Diario de Tenerife en 1897 acerca de Vicente Siera, que realmente había sido su bisabuelo.





En el libro de "La historia del 25 de Julio de 1797 a la luz de las Fuentes Documentales", se afirma en sus páginas 100 y 101 lo siguiente respecto a una primera tentativa de los ingleses el día 22 de julio:

"(...) El general Gutiérrez, que con su plana mayor seguía las evoluciones de los atacantes desde el castillo principal de San Cristóbal, pensó que la idea de los invasores podía desenvolverse en dos sentidos: apoderarse de la Altura de Paso Alto para desde allí asaltar el fuerte, o proteger durante la noche un segundo desembarco por tropas para internarse hacia La Laguna por aquellos valles, lo que les permitiría cortar el suministro de agua a Santa Cruz, cuya canalización tendrían que cruzar en su camino hacia la capital de la isla.
Para cubrir la primera posibilidad, Gutiérrez destacó de inmediato un contingente a ocupar la Altura, formado por varias partidas sueltas que, con increíble celeridad, treparon por aquel risco, bajo las órdenes del teniente coronel y jefe de la división de Cazadores don Domingo Chirino Soler (1766-1825), VI marqués de la Fuente de las Palmas (y padre de Alonso Chirino, VII marqués, que sería asesinado en 1840 por la oligarquía rural chasnera, cuando regresaba de Granadilla a Vilaflor), que había solicitado a S.E. le fuera encomendada la misión. Eran, en total, unos doscientos hombres que debían disputar el paso a aproximadamente un millar de invasores. Los ingleses, al ver que los defensores ocupaban aquella Altura, desviaron su camino hacia el Norte de esa elevación y escalaron la inmediata Mesa del Ramonal -Montaña de la Jurada-, quedando separados ambos contendientes por el amplio barranco de Valleseco.
La segunda posibilidad prevista por Gutiérrez era que los ingleses se internaran hacia La Laguna, en una táctica envolvente que les permitiría luego bajar a Santa Cruz y atacar desde las laderas, por donde no existía ningún tipo de defensa. Era preciso, por tanto, disponer lo necesario para tratar de cortar el posible avance enemigo en esa dirección, para lo que ordenó al teniente coronel del Regimiento de La Laguna, don Juan de Castro (que resulto luego muerto en la batalla), que enviara alguna tropa, que marchó mandada por el teniente Nicolás García para ocupar la altura de la Cruz de Afur. Al mismo tiempo dispuso el envío de un destacamento de treinta hombres del Batallón de Infantería, a las órdenes del teniente coronel Juan Creagh, del mismo batallón y que formaba parte de la plana mayor, y del teniente Vicente Siera, del Regimiento Fijo de Cuba, los cuales se presentaron voluntariamente para esta misión. Esta tropa se dirigió a La Laguna, donde recogió cincuenta rozadores, y por las cumbres de las montañas se unió a los que le habían precedido enviados por Juan de Castro. Desde la Cruz de Afur descendieron por Catalanes hasta el Roque de la Fortaleza de tal forma que cerraban el paso a los ingleses hacia el interior de la isla. Allí se fueron agregando hasta cerca de quinientos milicianos y paisanos, estos últimos encabezados por el alcalde de Taganana.
Horas más adelante, en vista de la imposibilidad en que se encontraban los ingleses para avanzar, al observar que los defensores se les habían adelantado a ocupar la Altura de Paso Alto, decidieron reembarcarse hacia los buques; terminándose esta primera tentativa del enemigo. 


Fue un acontecimiento decisivo que a la postre luego decidió el signo de la batalla. Nelson pensó entonces en retirarse convencido de que, después de sus fracasos ese día 22, no podría contar con la sorpresa y la plaza ya estaría preparada para repeler un nuevo ataque. Pero el capitán Bowen (que luego resultaría muerto en la batalla) se opuso a este parecer e insistió ante su jefe en que, si la escuadra se retiraba, le autorizara a él un nuevo y definitivo intento con dos fragatas. Nelson pensó que, si accedía a esta propuesta y Bowen lograba su plan, él resultaría criticado por su retirada, mientras que Bowen se cubriría de gloria. Esta circunstancia, y el hecho de que el día 24 recibiera el refuerzo de un navío de 50 cañones, el Leander, es posible que le hicieran cambiar de opinión y persistir en el intento.

Mientras tanto, el general Gutiérrez establecería el cuartel general en el castillo principal de San Cristóbal:

Al día siguiente, el general Gutiérrez ordenó al teniente coronel Chirino regresara con sus fuerzas a la plaza, llegando sobre las cinco de la tarde (Chirino sufrió una caída que le dejó varios días de baja y le impidió por tanto continuar como mando de la batalla), dejando sólo un retén de treinta hombres en la Altura de Paso Alto a cargo del segundo teniente del batallón Félix Uriondo. También cursó órdenes a Creagh para que se reintegrase con sus fuerzas a Santa Cruz, donde vino a llegar hacia las diez de la noche. También quedó una partida de sesenta hombres a la zona del Bufadero a las órdenes de Santiago Madán. (...)"


Debió de ser entonces cuando el  teniente Vicente Siera volvió también a Santa Cruz, pudiendo de esta manera estar presente el día 25 junto a la plana mayor del castillo de San Cristóbal.

Continúa explicándose en las páginas 105 y 106 del libro "La historia del 25 de Julio de 1797 a la luz de las Fuentes Documentales" que: "En el cuartel general en el castillo principal de San Cristóbal acompañaban al general Gutiérrez los comandantes de los Reales Cuerpos de Artillería e Ingenieros, coroneles Estranio y Marqueli, así como el auditor de guerra Patiño. Además, entre sus inmediatos colaboradores contaba con el teniente coronel Creagh y el capitán y secretario de inspección Juan Creagh y Gabriel, el secretario del Gobierno y capitán de Milicias Guillermo de los Reyes y como ayudantes el capitán de Infantería José Víctor Domínguez y los tenientes Vicente Siera y José Calzadilla, este último ayudante de Plaza. También asistían al comandante general los primeros oficiales de las Rentas del Correo y del Tabaco, el capitán Juan Fernández Uriarte y Gaspar de Fuentes. Igualmente, se encontraban en el castillo el teniente Marcelino Prat, el capitán de Puerto Carlos Adán y el guarda del almacén de artillería Valentín Miranda."

El teniente Vicente Siera capturó cinco soldados ingleses en la Plaza de la Pila y los entregó al General Gutiérrez, dándole información sobre la situación de las fuerzas británicas encerradas en el Convento, lo que levantó el ánimo de Gutiérrez que estaba mal informado y creía que estaba perdiendo la batalla.

Efectivamente, según se indica en las páginas 152 y 153 del libro "La historia del 25 de Julio de 1797 a la luz de las Fuentes Documentales", "(...)La plana mayor se acollonó, pensando que la plaza ya estaba en poder de los ingleses, y las dudas sobre cuál era la verdadera situación llegó a hacer mella, incluso, en el ánimo del general Gutiérrez. Parece ser que la actitud de mayor serenidad ocrrespondió al capitán José de los Reyes, secretario del general, y al ayudante teniente Vicente Siera, de la partida de la Habana (...) todo parece indicar que la mayor decisión la demostró el teniente Siera, quien habló al general y a todos los presentes con tal energía y en tales términos, que en otras circunstancias más normales hubieran sido merecedoras de reprensión. Siera partió entonces en busca del Batallón, con órdenes expresas del General Gutiérrez a Guinther para que a la mayor brevedad se incorporara con sus hombres a la plaza principal. Acababa Guinther de enviar a su cuartel a los prisioneros hechos en la playa, cuando se le aproximó el sargente mayor Juan Bataller en compañía del teniente Siera, que llegaba de San Cristóbal con las órdenes de Gutiérrez. Conferenciaron los tres jefes y decidieron que el mejor itinerario para acercarse al castillo era subir hasta el puente del barranquillo y cruzarlo para continuar adelante por la calle de la Caleta. Entretanto, al observarse que en la desembocadura del barranco de Santos aún quedaban algunos enemigos, el teniente Siera pidió algunos hombres del Batallón e hizo prisioneros a cuatro ingleses que estaban allí agazapados (...)"

Gutiérrez, de forma presta, movió sus fuerzas y fijó a los británicos en sus posiciones. Ocupó el muelle para evitar la llegada de refuerzos y aumentó la intensidad del cerco alrededor de la iglesia de Santo Domingo. Todos los intentos de ayuda de Nelson a sus hombres cercados fueron infructuosos. Aquella situación llevó a Troubridge a negociar con Gutiérrez, y logró una capitulación honrosa y la salvación de la vida de sus hombres. .

La rendición se firmó el día 25, y los más de 300 ingleses que estaban en Santo Domingo desfilaron hacia la Plaza de la Pila y reembarcaron en embarcaciones inglesas y algunas canarias.

Una vez firmada la rendición, a los barcos ingleses que habían ido derivando a impulsos de los vientos y de la corriente hacia el valle de San Andrés, recibieron disparos de cañones desde los fuertes de San Miguel y Paso Alto, aunque sin consecuencias. El General Gutiérrez se encargó de comunicar el alto el fuego a los puestos más alejados, enviando hacia la derecha de la línea al teniente Siera y hacia la izquierda a Gaspar de Fuentes, con lo que cesaron los disparos de los dos fuertes citados. Salvo el de San Andrés, en el que el fuego no cesó hasta la madrugada del día siguiente, no sin antes producir importantes daños en el buque almirante Theseus. 


En el escrito a puño y letra se rebate que Elizabeth Murray (esposa de Henry John Murray, cónsul británico de las Islas), en su polémico libro confunde al teniente Siera con un tal coronel Cuera, que en realidad nunca existió. Se sabe que Elizabeth Murray no era muy rigurosa con sus referencias o anotaciones históricas, y de hecho fueron destacados en aquellos años varios errores tipográficos o de memoria en su libro. También se le nota un sesgo indisimulado a favor de sus compatriotas ingleses a la hora de hacer sus valoraciones.




Volviendo al escrito a puño y letra de 1859...

Texto original a puño y letra de 1859, que rebate ciertas
afirmaciones del capítulo III del libro de Elizabeth Murray.


En este texto destacamos los siguientes párrafos:

Honorífica mención debemos hacer, antes de pasar adelante, del bravo jefe del Batallón Tte. Coronel Dn Juan Guinther y oficialidad de su cuerpo, así como de los intrépidos comandantes de los reclutas Dn Pedro Castilla y Dn Vicente Siera (c).




Por desgracia entre algunos de los que en el Castillo principal de Sn Cristóbal, su residencia, rodeaban al anciano general Gutiérrez, no se abrigaba la confianza mas completa del éxito feliz de nuestros esfuerzos. En la página 26 y nota de la siguiente, de la relación impresa en Madrid, escrita por un testigo ocular, se asegura que aquel Jefe no dejó de estar con cuidado, dando entrada en su pecho á dudas sobre la posibilidad de la defensa. «En momentos tan críticos, recíbense las intimaciones, harto altaneras, que los enemigos aparentando una firmeza de la que estaban muy distantes, hicieron acerca de la rendición de la plaza y entrega de los caudales». Ignoramos cuál hubiera sido el resultado de esta intimación á no ser la energía desplegada por un oficial subalterno que ya hemos nombrado. El teniente del Regimiento fijo de Cuba, Dn Vicente Siera, uno de los Ayudantes de Campo del General en aquella ocasión que se había distinguido mucho el 22 de julio (i), llega á la sazon al Castillo de regreso de una salida que hiciera con 30 hombres de Batallón, con los cuales había desalojado a los Ingleses de las lanchas baradas en el barranco, que aparapetados le hicieron fuego, tomándole cinco prisioneros.


(i) En Real Orden de 8 de Octubre de 1797 se dice lo siguiente: En este concepto, y en el de que según el parte de V.E. son acreedores á esta gracia el Teniente Coronel Dn Juan Creagh, Capitán del Batallón fijo de estas Islas, y Dn Vicente Siera, Teniente del Regimiento de Infantería de Cuba, pues mediante sus aceleradas y atinadas disposiciones, consiguieron que el enemigo se reembarcase en el Valleseco, obligándole á atacar por el parage mas fuerte, se ha servido S.M. conceder desde 1º de mes ppdo a Creagh la pensión de 3000 reales anuales, sobre la Encomienda de Esparragal, en la Orden Militar de Alcántara…. y a Siera 2500 reales. Ademas, fue ascendido Siera a Capitan (Real Despacho enero 1798). 

Irritado este oficial al ver el estado de las cosas, hizo presente a su Jefe con la vehemencia de todo valiente que hace la Ofrenda de su vida en aras de la patria, y que mira con idolatría el honor militar, que el Batallón estaba virgen, que los puestos del centro á escepción del Muelle estaban sostenidos, y que por lo tanto, en lugar de pensar en rendirse, debía intimarse á los invasores se entregaran á discreción. Lenguaje fué este cuya seguridad y valentía, devolvió al anciano y achacoso General la decisión y firmeza propias de su alma esforzada, hasta el punto de dictarle aquella famosa respuesta:«Todavía tiene la plaza pólvora, balas y gente para defenderse». Tal es el origen de la anécdota que la escritora artista artista atribuye desnaturalizándola, al Sargento Manuel Cuera que nunca existió (j), olvidando su duda que á esta digna aunque humilde jerarquía militar no le es permitida en familiaridad con los jefes superiores, que tan gratuitamente se supone; cuan cierto es que las acciones mas brillantes y distinguidas se convierten á veces en hechos vulgares y hasta irrisorios si el historiador que ha de trasmitirlas á la posteridad es el mas interesado en obscurecerlas y desfigurarlas!

(j) Esta anécdota, cuya certeza se deduce de lo manifestado sobre el particular, aunque sucintamente, en la tantas veces citada relación impresa en Madrid (pag 26), la hemos oido referir á varias personas que fueron testigos presenciales del suceso. Ademas, en una composicion poética alusiva a nuestra gloriosa defensa, escrita en aquella época, que tenemos á la vista se encuentran las dos octavas siguientes:

Una proposicion tan insolente
Al principio causó alguna sorpresa,
Porque el número abulta de la gente
Uno que no informaba con pureza;
Pero Siera que llega, prontamente
Dijo, eso es sacar fuerza de flaqueza,
Y al que rendirse hablare, en el momento
Mi espada de su fin será instrumento.
No hay que hacer caso de amenazas fieras,
Despreciemos bravatas orgullosas;
Nuestras tropas aún estan enteras
Y no hay por que precipitar las cosas:
Escarmentemos en los de Figueras?
Para que hacer acciones vergonzosas,
Que se rindan al punto, ó de otro modo
A fuego y sangre llevarémos todo
Esta resolucion firme y gallarda
Que adopto el Jefe de confianza llevo
Dictó la intimación…….










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“INVACIÓN” INGLESA DE 1797


Necesario sería haber nacido en las heladas regiones del Norte y no en estos países ardientes, para que la sangre no hirbiese al ver la manera inicua con que se habla de suceso tan notable de nuestra historia. La conducta heroica de un pueblo pacífico, guarnecido de poco aguerridas y escasas tropas, que contraresta de la bravura de uno de los primeros capitanes del siglo, auxiliado de fuerzas muy superiores á los medios de defensa, ni siquiera merece una mención honorífica! Y como si tan significativo desdén por un suceso tan glorioso para las armas españolas no bastase a demostrar la mortificación que el patriotismo británico padece al recordar su vencimiento, refiere la viajera una anécdota tradicional, presentándola bajo un colorido que tiende a rebajar la dignidad del venerable anciano, del esclarecido general que con un pie ya en el sepulcro, llevó a cabo y feliz término tan brillante como ardua empresa.



Hijos nosotros y nietos de los bizarros defensores de Tenerife, orgullosos de sentir en nuestras venas sangre tan pura, no cumpliríamos lo que debemos a las respetables cenizas de nuestros mayores, si no protestáramos con energía contra un proceder semejante.



Conocido es de nuestros lectores el triunfo alcanzado en esta plaza á fines del siglo anterior contra las fuerzas británicas al mando del Contra Almirante Sir Horacio Nelson; que no es posible olvidarlo, puesto que pocos meses han transcurrido desde el último aniversario de esta victoria que hace 62 años viene celebrando el M.I. Ayuntamiento de esta plaza. Las diferentes relaciones publicadas sobre el particular pueden satisfacer, por otra parte, la curiosidad del que desée enterarse de los pormenores de aquella jornada insigne.

Harémos, sin embargo, una ligera reseña de este suceso, limitándonos a lo puramente indispensable para desvanecer la anécdota á que hemos aludido.

Ningún Canario de los que tienen en alguna estima las glorias de su país, ignora que el primer plan de ataque de los enemigos, y así lo manifiesta el mismo Nelson en su diario de Campaña, se encaminaba á arrasar el Castillo de Paso Alto, á cuyo fin procuraron enseñorearse de las alturas que lo dominan, haciendo un desembarco de sus fuerzas (22 de julio de 1797) por las playas de Valleseco. Frustrado este plan por la anticipación con que fueron ocupadas por los nuestros aquellas alturas, viéronse los Ingleses en la necesidad de reembarcar su gente en la noche del 22, y hasta la del 24 no intentaron y llevaron á cabo un nuevo desembarco bajo el terrible y certero fuego de nuestra artillería. El resultado de tan temerario arrojo del intrépido marino británico, fué el que debía esperarse. Horrible destrozo hicieron nuestros proyectiles en las lanchas y el Cúter “The Fox” fué echado a pique con pérdida de las tropas que conducía a bordo. “Montones de cadáveres sembraban el suelo del muelle dice Nelson, y era tan vivo y nutrido el fuego de mosquetería y metralla que nos hicieron desde la Cuidadela (Castillo de San Cristóbal), ventanas y azoteas de las casas circunvecinas (a), que no nos fué posible avanzar un paso más”. El mismo Contra Almirante cayó herido en el fondo de su bote, y sin duda hubiera perecido, á no ser la presencia de espíritu de su hijastro el “jóven” teniente Nisbett, que estaba á su lado y le prestó los primeros auxilios en aquel terrible trance. Entretanto las fuerzas de la columna que intentó el desembarco (componíase en su totalidad, según el escrito de uno de los oficiales de la expedición, de 200 Ingleses), al mando del Jefe de las tropas británicas Trowbridge, asaltaron nuestro frente por distintos puntos de la playa con un arrojo é intrepidez de que hay pocos ejemplares (b). Escasa era la fuerza que pudo destinarse á impedir el impetuoso torrente de los enemigos!; Cómo lograrlo cuando solo fueron nombrados para desempeñar este importante servicio el Batallón fijo de Canarias, que constaba de 247 plazas, inclusas las Milicias agregadas, y 60 reclutas de las Banderas de la Habana y Cuba! Así es que lograron efectuar el desembarco á favor de la oscuridad y el humo, los ingleses que pudieron escapar de la metralla del Castillo principal y de las Baterías de la Concepción y San Telmo. Cumplieron, no obstante, su deber aquel puñado de valientes, sosteniendo un fuego tan activo al abrigo de los cañones violentos, que obligaron a los Ingleses a replegarse en las playas del Barranco de Santos y Carnicerías. Honorífica mención debemos hacer, antes de pasar adelante, del bravo jefe del Batallón Tte. Coronel Dn Juan Guinther y oficialidad de su cuerpo, así como de los intrépidos comandantes de los reclutas Dn Pedro Castilla y Dn Vicente Siera (c).

En tierra el enemigo, ningún obstáculo pudo impedir se internaran en el pueblo. Verificándolo, pues, en dos columnas, una de las cuales se dirigió á la plazuela del Castillo, hoy de la Constitución, y otra por la de la Iglesia matriz al Convento de Santo Domingo. Rechazada la primera, nos dice la relación citada, por el vivísimo fuego que desde el rastrillo del mismo fuerte se les hizo, mandado con loable constancia por Capitán de Milicias Dn Esteban Benítez de Lugo; y acosados en las calles por las guerrillas de nuestras Milicias y cañones violentos, tuvieron que acogerse igualmente al Convento dominico, donde sostuvieron con nuestras tropas en tiroteo también vivísimo. 

No puede ponerse en duda el pánico que se apoderó de los enemigos, viéndose incesantemente maltratados. El parte del Comandante de las tropas, Trowbridge, en que asegura avanzaron contra ellos 2000 españoles y 100 franceses armados, no es dable atribuirlo únicamente al deseo de atenuar su derrota (d). Ha verdad no era fácil comprender tanto acierto cuando nuestros fuertes estaban guarnecidos por tan solo 320 hombres, de ellos únicamente 40 artilleros veteranos, y los restantes milicianos, entre los que se contaban niños de 16 años; y cuando por nuestra parte entraron en acción apenas 500 hombres con armas de fuego (e), los milicianos bisoños, entre los cuales reinó el desorden más espantoso.

Circunstancia fué esta que estuvo á punto de comprometer el éxito de la defensa. Temores infundados de algún iluso, o la mala inteligencia de alguna espresión impremeditada, proferida en medio del tumulto, hizo cundir entre algunas partidas de nuestros milicianos de tan aciaga como falsa noticia de que nuestro general había perdido la vida, que la plaza estaba ya por los Ingleses, y que estos marchaban a la Ciudad de La Laguna (f). Tales rumores, tan siniestros, como terribles, llegaron á oidos del Ilte. Ayuntamiento de la Isla, reunido durante el combate en la referida ciudad (g), á donde llegaron algunos fugitivos. Afortunadamente, tan funesta indiscrecion no pudo trascender hacia el Batallón y Milicias d en nuestra derecha (h).

Por desgracia entre algunos de los que en el Castillo principal de Sn Cristóbal, su residencia, rodeaban al anciano general Gutiérrez, no se abrigaba la confianza mas completa del éxito feliz de nuestros esfuerzos. En la página 26 y nota de la siguiente, de la relación impresa en Madrid, escrita por un testigo ocular, se asegura que aquel Jefe no dejó de estar con cuidado, dando entrada en su pecho á dudas sobre la posibilidad de la defensa. «En momentos tan críticos, recíbense las intimaciones, harto altaneras, que los enemigos aparentando una firmeza de la que estaban muy distantes, hicieron acerca de la rendición de la plaza y entrega de los caudales». Ignoramos cuál hubiera sido el resultado de esta intimación á no ser la energía desplegada por un oficial subalterno que ya hemos nombrado. El teniente del Regimiento fijo de Cuba, Dn Vicente Siera, uno de los Ayudantes de Campo del General en aquella ocasión que se había distinguido mucho el 22 de julio (i), llega á la sazon al Castillo de regreso de una salida que hiciera con 30 hombres de Batallón, con los cuales había desalojado a los Ingleses de las lanchas baradas en el barranco, que aparapetados le hicieron fuego, tomándole cinco prisioneros.

Irritado este oficial al ver el estado de las cosas, hizo presente a su Jefe con la vehemencia de todo valiente que hace la Ofrenda de su vida en aras de la patria, y que mira con idolatría el honor militar, que el Batallón estaba virgen, que los puestos del centro á escepción del Muelle estaban sostenidos, y que por lo tanto, en lugar de pensar en rendirse, debía intimarse á los invasores se entregaran á discreción. Lenguaje fué este cuya seguridad y valentía, devolvió al anciano y achacoso General la decisión y firmeza propias de su alma esforzada, hasta el punto de dictarle aquella famosa respuesta:«Todavía tiene la plaza pólvora, balas y gente para defenderse». Tal es el origen de la anécdota que la escritora artista artista atribuye desnaturalizándola, al Sargento Manuel Cuera que nunca existió (j), olvidando su duda que á esta digna aunque humilde jerarquía militar no le es permitida en familiaridad con los jefes superiores, que tan gratuitamente se supone; cuan cierto es que las acciones mas brillantes y distinguidas se convierten á veces en hechos vulgares y hasta irrisorios si el historiador que ha de trasmitirlas á la posteridad es el mas interesado en obscurecerlas y desfigurarlas!

En los fastos canarios se conserva, no obstante, con religioso orgullo el orgullo el recuerdo de esta memorable defensa, que constituye á la vez uno de los hechos mas honrosos de la nacion española. Como trofeos imperecederos de la victoria alcanzada, se custodian en la Capilla del Apóstol Santiago de nuestra parroquial matriz dos banderas británicas. Muchas familias se glorían de que sus ascendientes hayan contribuido al feliz éxito de nuestras armas. La índole de este artículo no nos ha permitido, como hubiésemos deseado, hacer una general mención; mas en manos de todos se hallan relaciones mas extensas de tan notable acontecimiento, en que se perpetúa la memoria de los vencedores para ejemplo de sus hijos y emulación de las futuras generaciones.



Notas a pie de página:


(a) En ninguna de nuestras relaciones hemos visto confirmado que se hiciera fuego desde las ventanas y azoteas de las casas. De donde consta haberse hecho muy vivo fué desde el boquete del Muelle por el Capitán de Cazadores D. Luis Román, ayudado del Teniente del mismo Cuerpo D. Francisco Jorva con solo 9 milicianos, el Sargento de guardia Domingo Méndez y un recluta de la bandera de la (…) quienes hicieron 44 prisioneros de ellos 6 oficiales y 12 habían quedado heridos.


(b) Relación impresa en Madrid en 1798


(c) La tropa de las Banderas de los regimientos fijos de la Habana y Cuba desempeñaron con sus comandantes a satisfacción del Jefe, como lo expresó en pública Corte (Relación del Capitán de artillería de Milicias Dn Fco Tolosa, autorizada por el Coronel Dn Marcelo Estranio.


(d) Debió conocer su error, Trowbridge, no obstante, cuando desfiló por delante de nuestra escasa guarnición después de capitular.


(e) Relación citada.


(f) Relación citada.


(g) Id ……id


(h) Relación citada.


(i) En Real Orden de 8 de Octubre de 1797 se dice lo siguiente: En este concepto, y en el de que según el parte de V.E. son acreedores á esta gracia el Teniente Coronel Dn Juan Creagh, Capitán del Batallón fijo de estas Islas, y Dn Vicente Siera, Teniente del Regimiento de Infantería de Cuba, pues mediante sus aceleradas y atinadas disposiciones, consiguieron que el enemigo se reembarcase en el Valleseco, obligándole á atacar por el parage mas fuerte, se ha servido S.M. conceder desde 1º de mes ppdo a Creagh la pensión de 3000 reales anuales, sobre la Encomienda de Esparragal, en la Orden Militar de Alcántara…. y a Siera 2500 reales. Ademas, fue ascendido Siera a Capitan (Real Despacho enero 1798). 


(j) Esta anécdota, cuya certeza se deduce de lo manifestado sobre el particular, aunque sucintamente, en la tantas veces citada relación impresa en Madrid (pag 26), la hemos oido referir á varias personas que fueron testigos presenciales del suceso. Ademas, en una composicion poética alusiva a nuestra gloriosa defensa, escrita en aquella época, que tenemos á la vista se encuentran las dos octavas siguientes:

Una proposicion tan insolente
Al principio causó alguna sorpresa,
Porque el número abulta de la gente
Uno que no informaba con pureza;
Pero Siera que llega, prontamente
Dijo, eso es sacar fuerza de flaqueza,
Y al que rendirse hablare, en el momento
Mi espada de su fin será instrumento.
No hay que hacer caso de amenazas fieras,
Despreciemos bravatas orgullosas;
Nuestras tropas aún estan enteras
Y no hay por que precipitar las cosas:
Escarmentemos en los de Figueras?
Para que hacer acciones vergonzosas,
Que se rindan al punto, ó de otro modo
A fuego y sangre llevarémos todo
Esta resolucion firme y gallarda
Que adopto el Jefe de confianza llevo

Dictó la intimación…….


Aún no he identificado al autor del escrito, que pudo quizás haber sido Juan Tabares de la Puerta (nieto de Juan Tabares de Róo, que participó en la batalla como capitán de las milicias de Güímar) o alguien de su entorno (estoy confrontando textos para comparar las caligrafías). Quizás incluso Álvarez Rixo (que se carteó con Alfred Diston comentando las traducciones del libro) o alguno de los jóvenes que publicaron artículos sobre el asunto en el periódico Eco del Comercio .






Pongo la transcripción del texto, con la misma ortografía que usaban en aquel entonces (por si ven algunas faltas de ortografía, según nuestra forma actual de escribir).




Respecto a la autora del polémico libro, se añaden a continuación algunos enlaces y artículos acerca de ella:


PINCHAR AQUÍ PARA VER ENLACE DE WIKIPEDIA ACERCA DE ELIZABETH MURRAY




















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