sábado, 12 de noviembre de 2016

LOS ONCE ASESINATOS Y EJECUCIONES HISTÓRICOS MÁS SONADOS EN LA PROVINCIA DE S/C DE TENERIFE. DESDE LA CONQUISTA HASTA EL SIGLO XIX.


Generación tras generación, se cuentan las historias que relatan los lances y encrucijadas del fatal destino de una serie de desafortunados habitantes de otras épocas, que se encontraron de repente con una muerte inesperada y violenta. Su recuerdo quedó inmortalizado en la tradición oral o en los manuscritos antiguos.

Siguiendo un orden cronológico, a falta de otro criterio mejor, nuestro primer y más antiguo personaje es FERNANDO FERNÁNDEZ-DE-LUGO(1), primogénito del I Adelantado. Fue marido de Beatriz de Herrera, hija de Hernán Peraza “el Joven” y de Beatriz de Bobadilla “La Cazadora”. Hernán Peraza “el Joven” fue Señor de La Gomera y El Hierro, hijo de Diego de Herrera e Inés Peraza de las Casas, y fue asesinado en 1488 en la cueva de Guahedun de La Gomera, donde los naturales le tendieron la mortal encerrona cuando se proponía ejercer  sus célebres devaneos amorosos con la bella indígena Iballa. El tío de Hernán, Guillén Peraza de las Casas “El Malogrado”, también murió en 1447 a manos de los aborígenes palmeros o benahoaritas, al recibir en su cabeza una certera pedrada durante una incursión a la isla aun sin conquistar. Las endechas (canciones tristes y de lamento) pronunciadas durante su entierro han sido inmortalizadas en los tiempos modernos por Los Sabandeños
  


En fin, Fernando Fernández-de-Lugo, soldado profesional y valiente gallardo como lo fueron su padre y otros familiares, pero dado también a frecuentes galanteos con el género femenino, murió en la primera década del siglo XVI por las heridas causadas por varias estocadas de espada, según aseguró la tradición popular oral. Sucedió durante la noche, en el barrio de la Villa de Arriba de La Laguna. Su irritado padre nunca llegó a conocer la identidad del asesino o asesinos y, quizás por ello y por el gran dolor que le causaba su recuerdo, se guardó siempre de reflejar en las crónicas escritas de la época el verdadero motivo de la muerte de su vástago. La tradición sostiene que fue por dicho infortunio por lo que el I Adelantado cambió su residencia a la Villa de Abajo,  a un nuevo palacio situado en la conocida actualmente como Plaza del Adelantado.
El Adelantado también puso en entredicho civil al barrio que fue teatro de la escena del delito, condenando a sus vecinos a no poder reedificar sus casas, a que en él no pudiera venderse ninguna clase de comestible y patrocinando la fundación de la Parroquia de Nuestra Señora de los Remedios - siglos después ampliada y convertida en Catedral - a pesar de estar a un tiro de arcabuz de la de la Concepción.
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Casi coetáneo del anterior, nuestro siguiente personaje es PEDRO FERNÁNDEZ DE ALFARO(2), caballero portugués que llegó a Tenerife precedido de fama de valiente militar, a la que añadió una gentileza varonil nada común. Leonor Benítez Pereyra de Lugo, mujer de mucha belleza y  alta alcurnia, sagaz e inteligente, tras quedar viuda de su tío Francisco de Lugo “El Bueno”, quedó prendada del garbo lusitano de Pedro y pronto contrajeron matrimonio. Años más tarde, cuando ya eran padres de un hijo en común que se añadía a los tres que ella tenía, Pedro cometió un desafortunado homicidio y fue apresado, procesado y condenado a muerte en el cadalso. El II Adelantado hizo cumplir en La Orotava la sentencia en 1528, por ser el lugar donde se cometió el delito. En público patíbulo Alfaro fue degollado con la espada por la mano del verdugo, como le correspondía al ser noble y caballero.
  



Apenas ejecutado su marido, su viuda se dirigió animosa al cadalso y subió al patíbulo, abrazando y besando el cadáver del hombre amado. Empapó las tocas en la sangre aún caliente, exclamando a gritos que con aquel sangriento trofeo ella misma en persona iría a la Corte de los Reyes a pedir venganza contra Pedro Fernández-de-Lugo (II Adelantado), su pariente lejano, al que puso el sobrenombre de Pedro el Cruel de Tenerife.
La tradición callejera, desencaminada en esta ocasión, deduce de estos hechos el mito de que por la ida a la Corte de doña Leonor, la reina doña Juana había enviado de Juez de Residencia al licenciado Cristóbal de Valcárcel, resultando la deposición del Adelantado del gobierno de las islas de Tenerife y La Palma. Todo ello a pesar de que el Adelantado había intentado sobornar a Valcárcel casándole con su sobrina Isabel de Lugo, la célebre “Ricahembra” por su gran hermosura y cuantiosa hacienda.
Doña Leonor contrajo un tercer matrimonio en Granada con Juan de Heredia.
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Continuamos con los holandeses GASPAR NICOLÁS Y TOBÍAS LORENZO (3)- De las ejecuciones llevadas a cabo por la Inquisición, que fueron excepcionales, contabilizándose sólo diez en toda la historia del tribunal de Canarias (desde 1501 a 1750), describiremos las dos últimas, aplicadas a residentes de nacionalidad holandesa en 1614 y 1615 respectivamente. Anteriormente había habido siete ejecuciones judaizantes en 1527, tres protestantes, y otra a un inglés en 1587, durante la guerra con su país.

   


 Curiosamente fue durante el período de la Tregua de los Doce Años con las Provincias Unidas (1611-1621), un período de interrupción de la guerra entre España y los Países Bajos, cuando el Santo Oficio relajó a dos reos holandeses: Gaspar Nicolás y Tobías Lorenzo.
Gaspar Nicolás (Claysen), que había sido ya juzgado (reconciliado) en 1597, con prohibición de volver a tierras de herejes, y se había reducido, llegó a Las Palmas en marzo de 1611 como maestre del navío “Los Tres Reyes”, confiado en que “por las paces se había perdonado todo”. Pero fue reconocido, preso y procesado, resultando - tras un amago en que pareció que El Consejo de Estado iba a anular la sentencia - condenado finalmente a ser relajado y sus bienes confiscados. Se le invitó a reducirse a la religión católica pero, manteniéndose “pertinaz”, el 22 de abril de 1614 fue quemado vivo.
      Tobías Lorenzo, natural de Flesinga y vecino de Garachico, joven mercader, fue el último relajado y víctima también de su convicción de que la Tregua lo protegía. Había venido de niño a Tenerife para aprender la lengua española y había servido muchos años en la tienda del mercader de origen flamenco Pedro Van Mobeque, que era católico. Luego se independizó y, en la Cuaresma de 1611, habiéndole pedido el alguacil de la Iglesia la cédula de confesión, dijo que era calvinista y que, por tanto, no se había confesado ni pensaba hacerlo “porque aunque era flamenco gozaba de los privilegios que gozan los ingleses”. Moberque y su mujer dijeron haberlo instruido en la religión católica, y que se había comportado como católico, confesando y comulgando.
Lorenzo fue preso y declaró que no oía misa, ni confesaba ni comulgaba “después de las paces acá por ser como es calvinista”; que “en el tiempo que estuvo en Garachico se confesaba por mandado de sus amos y que agora no lo hace por gozar de la libertad de las paces, a lo qual no puede ser apremiado ni castigado”.
El 20 de octubre de 1612 se pronunció su sentencia de relajación. El Consejo ordenó que se procurara convertirlo, advirtiéndole, como a Nicolás, “que el capítulo de las paces sólo aprovecha a los yentes y vinientes de estos reinos, y no a los que en ellos están de asiento con él”. Lorenzo se mantuvo en sus creencias y se volvió a votar la condena de muerte, que le fue dada en junio de 1615.
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Ahora el toca el turno al impresionante caso de JERÓNIMO GRIMÓN ROJAS(4), tataranieto del famoso conquistador de Tenerife el flamenco Jorge Grimón. Este conquistador fue un soldado profesional o mercenario de la guerra, que había participado antes en la conquista de Granada. Fue el primero en traer armas de fuego a Tenerife, eliminando en 1496 las últimas resistencias guanches en Abona y en Icod El Alto y consiguiendo con ello dar por terminada oficialmente la conquista de la isla.  Jorge Grimón era un personaje proclive al uso de la violencia y su propia hija Bárbola dijo de él: “mi padre es onbre terrible y persona de quien yo tengo temor y miedo”.






 Jerónimo Grimón y Rojas, cuatro generaciones por debajo del Grimón conquistador, aunque avecindado desde su adolescencia en la ciudad de Sevilla, solar de sus progenitores maternos, y casado allí con María de la Fuente y Guzmán, realizaba frecuentes viajes a su isla nativa Tenerife. En ella contaba con amistades cultivadas desde la infancia y residía su padre, en la casa palacio construida por su abuelo Tomás Grimón a partir de 1585. Esta casa pasaría a conocerse, a partir de la siguiente generación a la de Jerónimo, por Palacio de Nava-Grimón, al extinguirse en Tenerife el apellido Grimón por línea masculina. La fachada y la casa actual son el resultado de las profundas reformas de 1688 y 1776.
Osado y desaprensivo, Jerónimo había heredado de su padre el espíritu galanteador y apasionado, lo que le llevó a ser protagonista de una aventura donjuanesca.
En los últimos días de abril de 1651, a sus treinta y tres años, raptó del convento de dominicas de Santa Catalina de Sena de La Laguna a la religiosa profesa Sor Úrsula de San Pedro, dama de histórico abolengo tinerfeño y de belleza deslumbrante, con quien, antes de la clausura, le ligaba “estrecha amistad y devoción”. 


Los enamorados habían tramado ingeniosamente la huída. Sor Úrsula burló la vigilancia de sus compañeras y, vestida de hombre, para pasar por paje del raptor, se dirigió con éste al puerto de Santa Cruz. Con unos caballos que habían dejado preparados, se apresuraron a llegar al navío inglés que los había de llevar rumbo a Vizcaya.
Pero advertida la Priora de la desaparición de la monja, denunció el hecho a la Justicia, al corregidor La-Sierpe, que desplegando gran celo y actividad consiguió detener a la pareja ya a bordo del navío y en el preciso momento en que éste iba a darse a la vela.
Frustrada así la fuga, se entrega a la religiosa al Prelado y se conduce preso a Jerónimo al castillo de San Cristóbal, ordenando al mismo tiempo el embargo de sus bienes.
Llamado a venir desde Las Palmas el teniente de corregidor, y tras comprobar éste la culpabilidad de Jerónimo, se dictó contra él sentencia de muerte. La tranquila ciudad de los Adelantados, escenario de la sacrílega acción del aristócrata, se conmovió al ser testigo también, tres meses más tarde, de la inflexibilidad de la Ley.
En un espléndido día de 10 julio de 1651 una gran muchedumbre se agolpó en la Plaza del Adelantado rodeando un cadalso enlutado, sobre el cual estaba fijado el fatal banquillo junto a un poste que publicaba la alcurnia del condenado y el género de muerte que iba a recibir: de decapitación.
Su cabeza, ya separada del cuerpo, estuvo expuesta al público, aterrorizando a las mujeres que acudían muy de mañana a abastecerse de agua en la fuente municipal.
Sor Úrsula de San Pedro, restituida al monasterio, expió sus pecados tras presenciar el suplicio de su amante, en celda de penitencia, desde la cual, y sólo a través de una pequeña reja o ventanillo enrejado, que existe aún hoy, sobre la puerta de da entrada a la sacristía, a un costado del altar mayor, podía ver el Sagrario e implorar del Cielo misericordia para sus culpas y las de su infeliz seductor.
En 1988 se estrenó en el Teatro Guimerá de Santa Cruz de Tenerife una obra de Gustavo González Garrido basada en estos Romeo y Julieta tinerfeños y titulada “Amor y muerte en un convento de San Cristóbal de La Laguna”.

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También en el siglo XVII, nuestro siguiente protagonista es ANTONIO SALAZAR-DE-FRÍAS(5. Natural de La Laguna y residente en el Palacio Salazar (actual Sede Episcopal) construido por su padre y su abuelo a partir de 1649, fue castellano en 1666 de la fortaleza de San Juan en Santa Cruz de Tenerife (Castillo Negro) y uno de los treinta fundadores de la Esclavitud de San Juan Evangelista de La Laguna.

   

ANTONIO SALAZAR DE FRÍAS

 A los diecinueve años de edad, el 19 de septiembre de 1667, durante las celebraciones de las fiestas del Cristo, murió asesinado a traición en un desafío con un amigo suyo de edad algo mayor: Martín de Ascanio y Correa-de-Benavides. Antonio había visto lucir en manos de Martín un anillo que acababa de regalar a cierta dama, así que le retó en duelo en el llano de La Laguna, detrás del Convento de San Francisco.



Quizás Antonio, al  recurrir al mortal reto, quería emular a su antepasado del siglo XIII don Lope García de Salazar “el de las Estrellas” que, también a sus diecinueve años de edad, y en presencia del rey Alfonso X en Toledo, venció en singular desafío a un moro gigante, al cual cortó la cabeza como trofeo y quitó un almejí de seda negra que traía con un escudo colorado que llevaba trece estrellas doradas. Como recompensa de su victoria, el Rey le otorgó por escudo de armas estas trece estrellas de oro, que desde entonces quedaron como señal distintiva de los Salazar. Es el escudo que lucen actualmente las fachadas del Obispado de Tenerife y del palacio Salazar de Santa Cruz de La Palma.
Volviendo a nuestro protagonista del siglo XVII, el joven Antonio, consiguió vencer en duelo  a su contendiente, que cayó mal herido y entregó el anillo a Salazar dándose por rendido. Pero, al ir a ayudarle para levantarlo del suelo, Ascanio sacó una daga y lo hirió mortalmente.
            El homicida se refugió en el convento franciscano de San Miguel de las Victorias (en la Plaza del Cristo) y permaneció en él hasta el fin de sus días, pues don Cristóbal Salazar-de-Frías, padre de Antonio, le puso una querella familiar en la que fue sentenciado a pena de degüello.
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Trasladándonos ahora al noroeste de la isla, hasta Garachico, veamos lo sucedido a ALONSO DEL HOYO(6)- Su padre don García del Hoyo era el castellano perpetuo del castillo de San Miguel de Garachico pero, como motivo de un viaje de negocios a países del norte de Europa, dejó encargado de la tenencia del castillo a su primogénito Alonso. Éste, durante la ausencia de su padre, siendo soltero y a sus  veinte y pocos años, fue alevosamente asesinado mientras dormía en la cama de su casa, al recibir siete puñaladas con una daga de su propiedad. El crimen se cometió la noche del 22 de marzo de 1669 y el agresor, sospechoso desde el primer momento, fue detenido rápidamente y conducido al castillo de San Miguel, donde se le puso en un cepo con grillos. Unas horas más tarde se encontró la daga ensangrentada escondida bajo unas pajas y horruras, en un aposento situado debajo de la escalera de la casa del difunto.


           
 

 El asesino, durante el primer día, confesó espontánea y públicamente su delito. Se le hizo desnudar y apareció con abundantes manchas de sangre. Incluso pidió confesarse y que le fuera proporcionada la lectura de un libro piadoso, que el sacerdote trajo marcado por la página elegida. Al recibirlo, solicitó una calavera que se hallaba en el castillo y se entregó a su contemplación mientras sostenía en sus manos el libro y un rosario. Durante toda la noche no dejó de llorar y de publicar su crimen pero, al día siguiente, se presentó en el castillo un esclavo de un familiar suyo y le entregó con disimulo un papel para que lo leyera. A partir de ese momento cambió de semblante y negó todo lo confesado anteriormente.
La Real Audiencia se encargó del asunto pero, sorprendentemente, en lugar de condenarle a la pena capital con que normalmente se penaba el homicidio, lo envió a Orán (Algeria) y le impuso una sanción pecuniaria (económica).
Alonso había sospechado desde hacía tiempo los propósitos que abrigaba el agresor, y había comentado haber soñado con que éste le asesinaba. Obsesionado por el peligro que amenazaba su vida, pensó en ingresar como franciscano en el convento lagunero de San Diego del Monte. Pero sus familiares le disuadieron de hacerlo, en la convicción de que supondría un serio disgusto para su padre; que tenía otros planes de futuro para su primogénito.
Por último, como las desgracias no vienen solas, Don García, padre de Alonso, pereció también trágicamente en su viaje de regreso en 1670, a consecuencia de un fatal naufragio.
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JUAN MASSIEU-VAN-DALLE(7)- Este oligarca palmero era  descendiente de los flamencos que construyeron los importantes y lucrativos ingenios de azúcar de Argual y Tazacorte y hasta él llegaron gran parte de los décimos en que se dividían estas propiedades. Contrajo matrimonio en 1707 con la orotavense Petronilla Ponte Fonte, veintidós años más joven que él.
Petronilla debía ser una joven y atractiva dama atrapada en una relación de conveniencia, pues de noche con frecuencia la visitaba el hijo del mercader inglés Thomas Carr.

   

  
Un día, Massieu llegó de improviso a uno de esos apasionados encuentros y, al confirmar la infidelidad, disparó dos veces al joven Carlos Carr. Cuando éste se desplomó en el suelo, Juan acabó definitivamente con su vida de una estocada. La bella Petronilla, ágil y joven, huyó hasta la calle Real (hoy O´Daly) y Juan, por su parte, despertó a un sacerdote a las dos de la madrugada, que le condujo a la Casa de la Misericordia. Allí los franciscanos lo escondieron en una trinchera mientras los guardias no conseguían encontrarlo o, más bien, no querían encontrarlo. Massieu disfrutó en su reclusión de mucha libertad entre los monjes y, al cabo de unos años, salía frecuentemente a caballo durante la noche hasta la finca de Velhoco. Por su parte, Petronilla fue “depuesta” por un cura en la Orden de las Clarisas y más adelante regresará a La Orotava, donde residió durante sus últimos quince años de vida.
Los dos hijos de la pareja se quedaron en un primer momento con el ofendido e impune asesino pero, pasado algún tiempo, el mayor (Nicolás) pasó a vivir junto a su madre. Entonces su padre favoreció al segundo (Felipe), que se convirtió con el tiempo en el principal latifundista de La Palma. Las disputas de éste con su hermano y su madre duraron medio siglo y, por otro lado, Felipe fue condenado por malversación y obligado a residir durante algún tiempo en Gran Canaria junto con su primo Nicolás Massieu.
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Una extraña muerte, que podría calificarse de ejecución involuntaria, le sucedió a la mujer de Juan Pedro Dujardín, constructor y primer propietario de la casa VAN-DEN-HEEDE situada en la calle San Agustín 7-9 de San Cristóbal de La Laguna.
Este lagunero de familia de origen flamenco había celebrado su segundo matrimonio el año 1720 con MARÍA ANTONIA MOERMANS (8), hija también de flamencos. María Antonia ostentaba el patronato de la capilla de San Francisco de Paula en el convento de Santo Domingo de La Laguna, con dos sepulcros y bóveda, en donde ella y su esposo tenían, desde 1732, derecho de dos sepulturas y una bóveda para enterramientos.

Es tradición familiar que esta señora, víctima de un ataque cataléptico, fue enterrada viva en la bóveda de dicha capilla entre los años 1737 y 1740. En aquella época todavía se mantenía la costumbre de sepultar en los templos a ciertas personas distinguidas y benefactoras de los mismos.
En su apariencia de difunta aparecía pálida, pequeña en el gran cajón, con las manos cruzadas y con unas flores entre sus frágiles dedos. La capilla - severa, escueta y oscura - hacía más trágica la ceremonia.
El mortal error fue terriblemente constatado cuando, andando el tiempo, se abrió para dar sepultura a otro miembro de la familia. Entonces encontraron a María Antonia muerta ya de veras, pero sentada en la escalera de la bóveda.
María Antonia está retratada en un cuadro sobre “El entierro de la Virgen”, de la colección Ossuna. Hay en él tres Marías de la familia, una de ellas, “la más delgada y morenita” es ella.

  


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ALONSO CHIRINO DEL HOYO(9), marqués de la Fuente de Las Palmas, fue asesinado en 1840 por la burguesía rural chasnera. Su muerte se enmarca en el enfrentamiento entre los estamentos nobiliarios y las emergentes burguesías locales de la primera mitad del siglo XIX.




 Eran los años de la desaparición del llamado Antiguo Régimen en España. La muerte violenta del marqués también constituye la culminación trágica de la secular conflictividad que, desde el siglo XVI, enfrentaba a los sucesivos titulares del mayorazgo de Soler con los vecinos de la comarca de Chasna, y más especialmente, con los del pueblo de Vilaflor. El modelo de arrendamiento en especie sin contrato, propio de la época, perjudicaba a los arrendatarios que, en tiempos de sequía, se veían condenados al hambre y a la emigración.

A mediados del siglo XVII ya había habido una sublevación de los chasneros contra Juan Soler de Padilla,  siete generaciones por encima de nuestro protagonista Alonso. Posteriormente, en el año 1786, se produjeron otros disturbios violentos contra el entonces marqués Domingo Chirino Soler, padre de Alonso.
Estas vicisitudes eran en realidad el resultado de la violenta presión de los arrendatarios de las tierras de los Soler (luego Chirino) para librarse de los censos. Esta oposición al pago de censos y diezmos fue generalizada en toda la isla a partir de 1820, pues la viticultura sufrió una nueva gran crisis a partir de 1814, cuando resurgió la competencia de los caldos portugueses, hasta la sustitución de las cepas por las nopaleras para la producción de cochinilla, la gran oferta exportadora agrícola del período 1850-1880. 
Alonso Chirino ordenó desde 1827, tras la muerte de su padre dos años antes, los documentos y títulos de la familia para defender su mejor derecho y consiguió ganar definitivamente, en abril de 1840, los pleitos para recuperar sus tierras, lo cual sin duda le granjeó la enemistad de muchos y provocó su asesinato.
            En la tarde del 17 de agosto de 1840, en el camino real que unía los pueblos de Vilaflor y Granadilla, cuando Alonso regresaba a lomos de su caballo árabe a su casa de Vilaflor, acompañado de un criado negro y dos niños de corta edad (hijos de la criada “Pepita”), en el lugar conocido como “la Cruz de Juan Bello” (hoy curva del marqués), fue sorprendido por doce enmascarados armados que se ocultaban bajo una higuera en el margen del camino. Tras una primera descarga de fusilería que derribó al caballo, el marqués pronunció sus últimas palabras “Salvad a los niños”, tras las cuales recibió una segunda descarga que le mató en el acto.
            La criada “Pepita” (Josefa Ángel de la Rosa), que era viuda de un tal Ramón Felipe, era por lo visto algo más que la criada del soltero marqués, puesto que en su testamento la nombró heredera de un tercio de la mitad de sus bienes. Ello ha llevado a algunos a afirmar que era la amante del marqués.
El Juzgado de La Orotava se hizo cargo de la instrucción del sumario del grave delito, pero nunca se consiguió la detención de los responsables, a pesar de los interrogatorios y sospechas sobre algunas personas.
Los vecinos de Vilaflor reaccionaron con un impresionante mutismo ante las presiones e indagaciones de las autoridades. Así, preguntados acerca de quiénes habían asesinado al marqués “¿Dicen que mataron al marqués”, contestaban con la célebre frase “Eso dicen” y tras la nueva pregunta “¿Y quién lo dice?” respondían “A usted se lo digo”.
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A continuación narraremos la ejecución del pirata CABEZA DE PERRO(10), personaje más ficticio que real, pero cuya leyenda pervive con gran fuerza en nuestra tradición y cultura popular. Es el pirata canario por antonomasia (pues Amaro Pargo era corsario, armado por Carlos III) y existen curiosamente dos leyendas diferentes, que transcurren en épocas distintas.

  

  
Hay un pirata Cabeza de Perro conejero de los siglos XVI-XVII y otro tinerfeño del siglo XIX. Dado que sería más lógica la existencia de este pirata en el Caribe en los siglos XVI-XVII, quizás sea por ello por lo que surgió posteriormente esta versión de la otra provincia, donde el supuesto tesoro enterrado por el pirata no estaría en El Balayo de San Andrés sino en Lanzarote. Más conocida en Tenerife es lógicamente la segunda variante de la historia, creada según afirma Manuel de Paz (estudioso de esta leyenda) por la ficción literaria de Aurelio Pérez Zamora en su obra “Sor Milagros o Secretos de Cuba”. Esta novela desarrolla las andanzas de Ángel García, famoso pirata con el mote de “Cabeza de Perro”, que vivió entre 1800 y 1870, año en que debió morir fusilado en el Castillo de Paso Alto en Santa Cruz de Tenerife.
            De dicha novela extraemos y resumimos la narración de los últimos momentos de nuestro personaje: “Sor Milagros (…), salió una mañana muy temprano a dar un paseo por las afueras de la ciudad y vio que un inmenso gentío caminaba presuroso hacia un castillo que se levanta fuera de la población, cerca del mar (…). Llegó al Castillo de Paso-Alto a tiempo que salía de allí entre bayonetas un hombre ya de bastante edad, de cabeza grande, nariz chata y boca larga. Al ver aquella cara antipática, aunque la actitud del reo era contrita, ella sintió latir aprisa su corazón (…). Pasaron algunos instantes y Sor Milagros vio entonces que aquel anciano derramaba abundantes lágrimas y observó que decía de tiempo en tiempo, maquinalmente, en voz baja: Upa mamá…Upa mamá. Entonces reconoció al reo. ¡Era Cabeza de Perro!; aquel que tiró al mar al hijo de Milagros y que había estado esperando preso muchos años la sentencia de muerte, expiando lentamente su crimen.
             
(…) Pero sucede que aquel criminal arrepentido quiso de pronto hacer ver al público por una de esas aberraciones del alma, su valentía, su serenidad, su desprecio a la vida en tales supremos instantes (…), así, su conmovedor arrepentimiento se trocó de repente en arrogancia atrevida, en orgullo desvergonzado e insultante y sentado junto al palo donde iba a ser fusilado, apareció erguido, en mangas de camisa, con un pañuelo encarnado liado en la cabeza. Allí se lo vio también con un cigarro puro encendido, mirando con irónica sonrisa salir los espirales de humo (…). Al fin se prepararon las armas, se dio la voz de fuego y se hizo la descarga. Tan pronto le hirieron las balas oyéndose la detonación, saltó el puro de su boca y de su espalda (…) se vio salir un chorro de sangre (…) y él quedó con sus manos en cruz amarradas a un poste y era el aspecto tan horroroso, que causaba verdaderamente miedo contemplar aquel cadáver (…).

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          Y, por último, el ASESINATO DEL SUPERINTENDENTE CEBALLOS en Santa Cruz de Tenerife. Y castigo terrorífico decretado por el Capitán General en el castillo de San Cristóbal.


El 18 de junio de 1720, en Santa Cruz de Tenerife, el Intendente General Juan Antonio Ceballos, de carácter agrio y con tendencia a extender su jurisdicción más allá de lo que le correspondía, en uno de sus excesos detuvo a un esclavo suyo, que había tenido relaciones con una mujer libre, poniendo a ambos en sitio público y sujetos por dos argollas. La gente popular de Santa Cruz se escandalizó del castigo aplicado, quitándoles una noche las argollas. El Intendente, enterado de lo sucedido, los detuvo de nuevo y, aunque el alcalde y otras personalidades le trasladaron su inquietud y le recomendaron que trasladara el asunto al corregidor, no quiso y con grandes gritos los sacó de la cárcel y los hizo llevar a su casa.
Ello ocasionó el motín de los “palanquines” de Caleta, que se dirigieron a casa del Intendente con piedras, asaltándola y, tras entrar en ella, le sacaron por lo pies, arrastrándolo, moliéndole a golpes e hiriendo de muerte al Intendente.
La noticia llegó al Capitán General Juan de Mur y Aguirre, que estaba en la ciudad de La Laguna, dirigiéndose inmediatamente a Santa Cruz. Se retiró el cuerpo de Ceballos al castillo de San Cristóbal, donde le aplicaron varios remedios médicos, pero que no alcanzaron ni a restituirle los sentidos, muriendo a las pocas horas.
El Capitán General ordenó que se apresara a los culpables, que eran mulatos, negros, caleteros y carniceros, con un fulminante proceso y sentenciando a los culpables a la pena de horca y garrote, y a otros a galeras.
El día 26 de junio se dio muerte de horca y garrote a doce, dentro del castillo, desde las once de la mañana a las tres de la tarde, quedando colgados de las troneras de dicho castillo hasta el día siguiente, que les quitaron las cabezas y las clavaron en diferentes lugares públicos y salidas de dicho lugar, para que sirvieran de escarmiento a la población. 


BIBLIOGRAFÍA:

(1) “Los Adelantados de Canarias”.1942. José Rodríguez Moure; “La Laguna de anteayer y otras historias”. Pág. 215-219. Año 2005, editado por la RSAPT. Artículos de Enrique Roméu Palazuelos en El Día los días 7 y 14 de febrero de 1988; “La Égloga de Dácil y Castillo”.Año 1950. Leopoldo de la Rosa Olivera.
(2) “Los Adelantados de Canarias”.1942. José Rodríguez Moure; “Nobiliario de Canarias. Tomo I”. Págs. 31, 35, 36, 302.
(3) “Flandes y Canarias” Nuestros orígenes nórdicos (Tomo II). Taller de Historia -36. Págs. 115-117. Año 2005.
(4)  “Una tragedia lagunera. Decapitación de un noble”. Revista Canaria de Historia. Tomo 12. 1946. Tomás Tabares de Nava; “Casas y familias laguneras. Los Linajes y Palacios de Nava-Grimón y Salazar de Frías”. Pág. 175. Año 2007. Alfonso Soriano y Benítez de Lugo; “La Laguna de anteayer y otras historias”. Pág. 135. Año 2005. Artículo de Enrique Roméu Palazuelos en EL Día el 26 de febrero de 1986; “Los Flamencos en Canarias. Familia, Negocios y Arte”. Pág 39. Año 2013. Nicolás de Kun.
(5) “Casas y familias laguneras. Los Linajes y Palacios de Nava-Grimón y Salazar de Frías”. Pág. 309. Año 2007. Alfonso Soriano y Benítez de Lugo; “La Laguna de anteayer y otras historias”. Pág. 53. Año 2005. Artículo de Enrique Roméu Palazuelos en La Tarde en agosto de 1967; “Nobiliario de Canarias. Tomo IV”. Págs. 99-100.
(6) “La Villa y Puerto de Garachico. Cuadros históricos. Capítulo XIV. La castellanía perpetua de la torre de Garachico”. Pág.10. Dacio V. Darias Padrón; “Nobiliario de Canarias. Tomo III”. Págs. 936.
(7) “Los Flamencos en Canarias. Familia, Negocios y Arte”. Pág 135. Año 2013. Nicolás de Kun.
(8) “Casas y familias laguneras. Los Linajes y Palacios de Nava-Grimón y Salazar de Frías”. Pág. 139. Año 2007. Alfonso Soriano y Benítez de Lugo; “La Laguna de anteayer y otras historias”. Pág. 169. Año 2005, editado por la RSAPT. Artículo de Enrique Roméu Palazuelos en El Día el 17 de mayo de 1987; “Nobiliario de Canarias. Tomo I”. Págs. 802-805.
(9) “La historia de Vilaflor de Chasna”. Págs. 494-526 del Tomo I y Págs. 218-222 del Tomo II. Año 2002. Nelson Díaz Frías; “Casa y Hacienda de Chirino. El Mayorazgo de Chasna en la isla de Tenerife. Indagación sobre la familia y hacienda de don Alonso Chirino. Tomos I y II”. Año 2014. José Luis Machado.
(10) “Enigmas y Tesoros en Canarias. El misterio de Cabeza de Perro”. Págs. 51-71. Año 2014. Manuel de Paz Sánchez y otros.

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